SONSONETE
A la hora vertical que ya no duele
devuélveme sin laberintos a encontrarte
arrancado fucilante a contraluz el verso.
(Tu voz cayendo al infinito fruto alado nomeolvides nunca
bruñéndome la oreja).
Bostézame tu amanecer en la quijada
crujiendo tan sublime ambigüedad al dente
tuétano del gesto.
Tras ese dulce cadáver de compases se me van los dedos...
María Eugenia Caseiro