Acurrúcate a mi lado
cuando sientas frío.
Deja que mi calor
se derrame por tu piel,
completamente.
Con tus lágrimas haremos
alas de gaviotas sonrientes
que volarán hacia el mar
alejando la tristeza
que te envuelve.
No estés triste, porque yo,
si estás triste, me deshago
y pierdo el alimento
de tu sonrisa cálida.
Tu alegría me da la vida
como el sol, la luz y el calor.
Por eso quiero verte contenta,
para no verme solo
para no verme triste.
Salamanca, 23 de octubre de 2002
Luciano García Herrero