DESPEDIDA
A todos mis hermanos desterrados
a cualquier parte del mundo,
o lejos de los vivos
Cuando mi voz se extinga en el silencio,
cuando mi rostro pierda sus colores
y mis ojos no puedan
fijarse nunca más en la belleza,
entenderéis, amigos,
por qué quise vivir junto a vosotros,
qué buscaba en los cantos que juntos entonamos,
qué intentaba saber
al escrutar atenta
los gestos y miradas de cuantos acudían
cada tarde a embriagarse en aquel sitio
que tan bien conocimos,
testigo de pesares, confidencias,
promesas y sonrisas casi siempre apagadas
por el cristal que la pupila elige
como su defensor ante el destino
y fluye, derramándose en estrellas
que alumbran las mejillas.
Si el Eterno lo quiere,
me quedaré algún tiempo entre vosotros
aunque no podáis verme, y una tarde
sentiréis mi presencia
en una brisa suave, casi helada,
pero dulce y henchida de nostalgia
como nuestras canciones.
Lourdes Rensoli