Y COMO UN CALLAO QUEDE...
Apacible, al fin cadáver,
de frente, tumbada y fría,
—Era anzuelo descarnado—
¡Ni postrero adiós me dejó!,
—Se le apagaba la vida—,
Alzo su vuelo a la nada.
Sus íntimas, quietas musitan
—Como un llover de guijarros—
el rosario de sus reproches.
Y ni el compás ni la rosa,
rinden cuenta de su deriva,
—El mar se amargó por ello—
Ahora pesco nubarrones,
—Aguaceros que no contengo—
¡Inundado en su presencia!
Y como un callao quedé
a la orilla del camino.
—¡Sin su amor, y sin su trino!—
Leopoldo Peña del Bosque