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AMANECIÓ HERIDA LA PALABRA

A Roberto Sosa (en el día de su muerte)

I

Amaneció herida la palabra esta mañana.
Me levanto y siento la frase puntiaguda,
como costilla rota que perfora mi costado.
Acaso quede nulo y sin voz todo el país.
Una metáfora ciega reza por mi estancia.
Miro por la ventana y el cielo es todo símil.
Miro por el espejo y el ser es verso absurdo.
Un ave oscura se ha anidado en la poesía.
He quedado sin habla, compañeros, sin habla.
Me han llamado para que anule toda postura.
No es hiato ni dolor plagio esto, sino golpe raso.
Arribó la mensajera del bien y el mal a esta orilla.
Se ha muerto el Poeta y las palabras caen
al piso como las alas de un pájaro sin aire.
Mi casa comienza a reducirse en ausencia:
de él aprendí lo poco que sé del buen decir
y ahora siento que mi voz misma desvanece.

II

Los ojos arden, este día sopla un galeno de sal.
Ha pasado por el puerto a constatar su partida,
de nuevo el buque de la medianoche ha gemido,
de nuevo su quilla se alza como una inmensa V.
Pero a lo lejos escucho las voces a lo lejos,
aloé, aloé, aloé, son los remeros del Sur
que lo llevan, a lo lejos, a la puesta del sol,
aloé, aloé, aloé, seguirá versando el Poeta.
Bogará sin parar también, sin duda en busca
de su pueblo; nunca dejará de laborar y nunca
dejará de ver por el cansancio del campesino,
por nosotros que somos sus pobres todavía.
Aquí desde mi sitio voy a invocar su palabra.
Escucharé su voz venir con el retorno del río.
Procuraré que el agua clara de sus remansos
vuelva a darle aliento a las horas… hoy rendidas.

(Chicago, Illinois, 23 de mayo del 2011).

León Leiva Gallardo


León Leiva Gallardo

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