EL AMANECER DE LAS ROSAS TRISTES
En la tierra de Arriate, para mi bisabuela
Sería abrumador perderse en un silencio,
en un silencio ingobernable, lleno de rosas tristes,
mirando al Edén, conjunto de días soleados,
tu cuerpo de mujer, agitador de vientos,
clavándole astillas al corazón de ayer,
inclemente ante las flores que tu boca ha descubierto,
y que suspiran, constantes, a la sombra de un ciprés.
Yo te estaré mirando, enredadera tenue,
murmuraré tu nombre, que torna a sentir,
te llevaré de la mano al jardín de los presentes,
acabados e inocentes, que acordaron vivir.
Quiero llenarme de olvido para creerte muerta,
y desterrar de tu inscripción una sola palabra,
una palabra que no escribo, para que no la oigas,
que lo diga todo, que no se rompa, una sola palabra...
Yo quiero sentirte de azul en momentos perdidos,
quiero sentirte de azul, de rojo, de mar, de sementera,
y dejarte al amanecer un olor de rosas tristes,
de las que te gustaba cortar en Primavera.
Juan Miguel Melgar Becerra