A LA SOMBRA DE UNA MECEDORA QUE TENÍA MI ABUELO
A la sombra de una mecedora que tenía mi abuelo,
voy pasando las tardes, cohibido, desanimado,
sin vida, en este cuerpo incierto, desleal,
presente de los años que se fueron.
A la sombra de una mecedora que usaba mi abuelo,
me voy preguntando el por qué de las rosas que murieron
en mis manos,
mi infancia olvidada, mi sueño persistente, y me entrego
al desaliento, cansado de verdades, enterrador de guías
inherentes,
distante en el funeral de las palabras rotas.
A la sombra de una mecedora que tenía mi abuelo,
voy meciéndome sin prisa, recordando lo que fui.
Quizás, alguien vendrá a decirme:
—A la sombra de la mecedora que tenía tu abuelo
le falta vida.
—Sí —le contestaré— a esta mecedora le falta la alegría
de la sombra de mi abuelo.
Juan Miguel Melgar Becerra