CITEREA EN RUINAS
Llegué a Citerea y sólo encontré ruinas.
Pedazos de columnas
yacían sobre la hierba,
hundidos en la tierra, olvidados.
El blanco marmóreo
de las piedras brillaba
con la luz del ocaso.
No quedaban ya ni templos ni horcas.
Algunas gaviotas se posaban
en una venus negra, mutilada
por el tiempo.
Y, sin embargo, aún
se respiraba en la isla
el aroma de sus muslos.
José A. Oliver