PÁGINA 90
Claroscuro, sentado en la ventana de aquel cuarto, (ventana que más bien se siente como balcón) espero, porque últimamente espero a sabiendas de que no te encontraré ni por casualidad y de que tú no me buscaras.
Una mano a ese aparato que me esclaviza desde que apareciste en mi (nunca sueña) y la otra a mi cigarro para matar la certidumbre porque prefiero una insaciable desesperación a vivir una realidad que tan poco me convence.
Jorge Rojo