LOS AMANTES DE TERUEL
I
Largo ha, que en estos lugares
en Aragón por más señas
junto al río Guadalaviar
el corazón de la Iberia,
cobijo de tantos pueblos
que ni la historia recuerda,
terciando ya el primer tercio
de la decimotercera
centuria que Jesucristo
hasta nosotros viniera.
En la ciudad de Teruel
de caballeros repleta
acontecieron los hechos
que concluyen la tragedia
más grande que en tantos siglos
un trovador compusiera
Viejo Teruel, otrora en estos cielos
quiso el amor colocar su semilla
no es de extrañar que en esta maravilla
loen los hombres, reparar sus desvelos
II
Eran tiempos complicados
las tres culturas vivían
Isabel y Juan nacieron
en tan buena compañía,
los dos niños compartiendo
tantos juegos y alegrías
que podían entenderse
sus vidas cual melodías
de las que suenan acordes
todas las horas del día,
más con el tiempo, crecieron,
son las cosas de la vida
y creciendo descubrieron
el amor que les unía
un amor fuera de duda
un amor que percibían
en cada uno de sus poros
como eterna poesía,
de raíces tan profundas
que ni la misma Afrodita
hubiéralo sostenido
con más divina energía.
La ocasión ya lo requiere
ha llegado ya ese día
en la casa de Isabel
pedir la mano, tenía
tan solo un inconveniente
principal, que le impedía
alcanzar ese momento
en que culminar su dicha.
el mismo que le reprocha
el padre de la elegida
Careces por segundo de presentes
que es mucha la porfía que pretendes
es hora que concretes si defiendes
tal ambición con arras suficientes.
III
Privado se halla de hacienda
pero su amor bien le avala
su decisión se comprende,
pues un compromiso alcanza.
A partir de aquel momento
con cinco años le basta
para conseguir fortuna
y desposar a su amada.
Así se marcha gallardo
hacia el campo de batalla.
Isabel se queda sola,
con una triste mirada
sometida a los apremios
para que se desposara
del señor de Albarracin
señor don Pedro de Azagra.
Pero es grande su nobleza
y cumple con su palabra
esperando cinco años
sin que su amor regresara.
Transcurrido ya ese plazo
imposible que guardara
pues su padre es quien conviene
con el mentado de Azagra.
Finiquitada la tregua establecida
no pudieron los hados mantenerte
de Albarracín Señora, sin quererte
te viste para siempre en esta vida
IV
Al otro día regresa
curtido de mil batallas
pues luchando contra el moro
dejó su estima bien alta,
repleto el pecho de honores
y la bolsa bien colmada
se encuentra con Isabel
que es una mujer casada.
Su mundo se tambalea
se ha quedado sin palabras,
por sus entrañas recorre
como el golpe de una espada
un dolor tan angustioso
mezcla de impotencia y rabia
que le deja sin sentido
que le deja el alma helada,
pero Juan es tan valiente
que se sobrepone y habla:
Mi pasión, Isabel, con solo un beso
liberas al cautivo, mas la herida
ha surcos tan profundos que en la vida
dejarán de brotar, aquí confieso
No dudes de mi amor, que es bien expreso
cual fue la condición de tu partida.
En tanto dilataste tu venida
que hoy dueña de otro soy, y eso es exceso.
Valiera este dolor, si liberase
de eterno sin vivir al penitente,
no siendo así, permita que traspase
las puertas de Teruel certeramente
el rayo que fulmine a quien amase
con tan excelso don, aquí presente.
V
Al siguiente se despide
al insigne caballero,
y ya las gentes farfullan
las causas de tal deceso.
Su cadáver se dispone
sobre catafalco entero
tal y como bien merecen
los restos de un hombre bueno
Isabel que se perturba
viendo como el predilecto
por su amor ha fenecido,
solo por negarle un beso,
hasta el altar se aproxima
envuelta entre lutos negros
decidida a regalarle
lo que le negó viviendo
y cuando sus labios roza,
en el contacto primero
tan desmedido es su amor
tan desmedido y sincero
que es imposible saber
y vanidad pretenderlo
solo es cierto que por tal
también Isabel fue al cielo.
Amantes de Teruel, si tiempo hubiere,
en él habéis de hallar buen aposento
supisteis mantener vuestro lamento
podrá el tiempo pasar cuanto quisiere.
José Luis Burgos Cuadrado