Tú fuiste corza esquiva huyendo por el bosque,
yo era ese águila triste que te perdió en lo oscuro.
Tú fuiste una alta nube de muy variables formas,
yo era ese viento terco que al seguirte te alejaba.
Tú fuiste un nido abierto a cualquier ala nueva,
yo era un frío castillo celoso de su musgo.
Un día el alfarero rey mezcló corza y águila,
viento y nube, castillo y nido, e hizo el mundo.
Ahora somos al tiempo una encendida vela,
dos vidas reunidas en una misma luz.
Jesús Aparicio González
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