EL LIENZO
nunca olvida
las caricias
obviadas.
El lienzo habla
y busca que le hablen.
Busca tu risa,
o
encuentra tu lágrima.
Da un beso,
para devolverte la sonrisa.
Y así
él ríe.
El lienzo no teme.
No se arruga por miedo
a rasgarse en un abrazo.
No tiembla
por ensuciarse,
ni por que lo secuestren.
Ya está sucio
y
empapado
y
olvidado.
Está gastado.
Ahora puedes plasmar
en él,
por las dos caras,
tu imagen de lo bello.
F. Javier Gil Segura