SAL MARINA
Triste voz meridional,
doble sueño perfumado,
conejillo somnoliento
bajo los verdes naranjos.
Agua fresca de la noria,
limpio vestidito blanco.
Los errores de la tarde
se fueron acrecentando
como vendaval de polvo
sobre tu camino largo.
Sal Marina, la llovizna,
está mis ropas mojando
y la presión por mirarte
el aire la está borrando.
Sal Marina se quedó
toda la tarde pensando;
¿si serían cosas del sol
lo que ella estaba soñando?
Cogió una rosa fragante
para darle un beso largo...
entrecerrando los ojos
suavemente, y suspirando.
Los sueños de Sal Marina,
volando... Ya van volando,
tomando formas que nunca
los astros habían mirado.
Pasaron de norte a sur
cual galácticos caballos
luciendo sus largas colas
e iluminando lo alto.
Sal Marina, ¿son tus sueños?
¡Delirio de blancos nardos!
«Esos son mis sueños, si,
y me han vedado mirarlos»
¡Corriente de rosas frías...!
Sal Marina, los caballos,
galopan con tanta fuerza
que hacen estallar los astros,
al estallar, una gama
de luz y colores raros,
inmensamente conflagra
la oscuridad del espacio.
Se perdieron las mañanas
en la música del lago,
la convulsionada tarde
sobre su tibio regazo;
uno a uno los jazmines,
sin yo, poder evitarlo,
deshojó inconscientemente
con fría e insensible mano.
¡Esos eran mis jazmines!
¡Crecieron sobre mi campo!
Humedecida en alcohol
para limpiar el estrago,
la noche vino a servir
sus cuentos enamorados.
Sal Marina es Blancanieves
disfrutando siete enanos;
se deja llevar por ellos
a precipicios lejanos
y no le importa si el sol
es amarillo o es blanco.
¡Sal Marina no es la misma!
Es otra a quien sigo amando.
Humberto C. Garza