LOA DEL CURRULAO
Me hacía guiños tu fugaz cintura,
negra, negrura de la negrería.
Era en Buenaventura
y una salvaje melodía
trenzaba mi amargura
y destrenzaba tu alegría.
En la noche, la Vía
Láctea de tu perfecta dentadura
al sonreírme tú, resplandecía.
Te me ibas, corza herida,
perseguida gacela,
dejando en pos la estela
de la marimba ardiente
y los roncos tambores.
Con tu vestido de colores
y tu blanco pañuelo
eras alas de un vuelo,
pétalo en la corriente.
Crecía tu cadera,
curva de sombra plena.
En tu cuerpo bailaba una palmera
esta danza morena
hecha de gozo y pena.
La enamorada esfera
vibrátil de tus senos,
era una ronda de constelaciones.
Toda era curva, menos
la desgarrada voz de las canciones.
Ardías con el fuego
de los hondos ancestros abismales
y era tu cuerpo un ruego apasionado... Los rituales
tambores iniciaron su agonía.
Era en Buenaventura y todavía
en la noche, la Vía
Láctea de tu perfecta dentadura,
al sonreírme tú, resplandecía.
Helcías Martán Góngora