AMOR DE PECADO
Alguien me dio las señas de tu casa
y me habló bien de ti. Llamé a tu puerta.
Quise comprar amor para unas horas.
En tus ojos brillaban las estrellas.
No entraba en tu honorario la sonrisa
ni la palabra amable. Dulce y queda,
sin mirar el reloj, fuiste conmigo
amante, amiga, hermana y compañera.
Te dejé con la luz del nuevo día,
sin despedirme, sin mirarte apenas.
Me fui de pronto, porque tuve miedo
de enamorarme y de sentir vergüenza.
Ya no vives allí. No he vuelto a verte.
Pero en noches de insomnio, tras las fiestas
donde el amor se vende, te recuerdo.
Y en tus ojos aún brillan las estrellas.
Gonzalo Pulido Castillo