SOLTERONA
Una herida lacerante
cruza las sucias uñas de la mujer sola.
El efluvio de su amado desciende y se coloca
entre ella y su sombra.
La herida pule y frota como puro alcohol.
La mujer chilla y llora.
La desinfección duele.
El dolor mora junto a la pensión de la lejanía.
¡No ha de temer señora,
su amado la prefiere sana y sola!
Luis Miguel Gª de Amézaga