Repartiste el sueño y la esencia de la noche
sin dudar diste de comer a los perversos harapientos
que merodeaban en tu esquina preferida
donde la luna ilumina con secreta plata.
Y hoy me pregunto:
¿calmó penas tanta generosidad?
¿tus ojos perdieron luz al mirar lo turbio?
Ellos serán los que te juzgarán por tus zapatos
y si tu sombra no arrastra un perfecto manto
tomarán de ti lo que puedan
hasta el insecto de tu amuleto.
Pero las palabras terminan siempre bajo la mesa
y seguirás hechizada por los dragones de humo
que develas en cada sorbo de vino.
R. Arturo Espinoza Neyra