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YO TUVE UN TÍO SUICIDA

Yo tuve un tío suicida, político y poeta,
periodista de oficio, protestante sereno,
amigo de la amistad y del peligro,
errante incomprendido, humana medida del desafío,
fuego y abismo de atracciones supremas,
trágico heredero de las afirmaciones que iba envuelto
en la muerte, madrina de sus noches,
sofista de la nada y de la soledad épica
que lo hizo recluta del calvario
sus palabras tenaces eran grises compañeras,
misterio de un después ese expediente abstracto,
plano y valoración finita del último día,
día de la caída y del trivial lamento,
forma, desarrollo, interrupción, respuesta:
"compañero ¿ Por qué te mataste?"
inútil la pregunta, inútil el consuelo
el cadáver aislaba la palabra hospitalaria,
el suicida no mira la vida con ojos de vivo
es un espacio de carne y calcio
llenos de desoladas tumbas
con hondos sentimientos y ansiedades vitales,
mi tío era el adiós, un hombre no saciado,
que nunca busco el desconocido todopoderoso
no deseó el cáliz repleto de vinos enfermos,
ni esperó el perdón, la sobrevida,
mi tío quiso ganar la paz con pólvora y plomo
haciendo de su libertad un aumento del ahora
y asombrar sus ojos: poner una espina en sus pupilas,
sostener en sus manos la brújula del quebranto,
beber agua salada y en la nada inscribir sus anhelos,
poner su honor a prueba
ese monzón que abre la puerta del escape
y decir adiós,
un adiós corto y lastrimero,
vestirse como un rebelde dueño de misterios dispersos,
mi tío, suicida, anarquista de la muerte,
invisible notario
que aspiraba a casar la tierra con sus cenizas,
que pensaba en la muerte como una
flor que cambia de estaciones
para quitarle el ritmo al cuerpo y darle unidad a la cardeña
y así, convertirse en destierro
en la dominación del absurdo
en abono y solución pacifica
"¿para qué vivir?"
sí, mi tío era un inquisitivo celador de reveses
un cobrador seguro de miedos e impaciencias,
un desilusionado, hombre con ánimo encendido de civil inercia,
solo, sin cordura, fuera de si.
el pensador no le puso la mano en el hombro
y saltó de la plenitud a un histórico vacío
y ebrio de peligros interrogó a las tumbas,
espejeante   espuela de polvos, nudo,
azada del tiempo, de los hirsutos días,
que enseñan las raíces de una vida:
soledad, desilusión, derrota, su mundo no era otro
¿su casa? cubículo de cemento con aturdidoras rejas
la cuidad amada, reflejo de lo perdido
los amigos, piedras, mojado aliento, cacique de los vértigos
confinado vive de aplazamientos
confía, espera: pronto, mañana, ya, el indulto
y mientras lee y duerme
hace un sueño  frío y sin compases
ve las capas del alba, tiesas y oscuras
esperanza licuada, arena sin campanarios
él, discreto puerto, vida doliente,
espiral, reloj de sobresaltos,
rebelde ladrón de ansiedades
que humanizó su vida con sordina:
"¿para qué vivir?"
pregunta, respuesta, ética sed, elección de deberes
entrar, salir, asir la llave de la tierra
visión de un feliz emigrante
que como Aníbal silueteó su futuro
tocando las puertas de la nada.

Emilio Montemayor


Emilio Montemayor

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