DELIRIO
Ayer, cuando el fuego de tu alma
y de mi alma,
en delirante goce, se fundían,
toda tu carne, sedienta y anhelante,
la sentí, junto a mis carnes... ¡Sola mía!
En ese instante brutal que se desgarran
los velos más sublimes del sentido,
la crispación, violenta de tus manos,
apretadas, en amante desvarío.
La comunión sagrada de dos almas
buscando abrir la misma vieja herida,
de la llama que quema los sentidos,
consumiendo con el, toda la vida.
Y luego, la quietud, tu voz dormida
en que quedan las ansias dormitando,
del supremo momento del delirio,
y un instante de amor... agonizando.
Cristina De Fercey