DESVARÍOS

Hoy he caminado por las calles de Lima, triste y solo.

Es grisácea  la ciudad de Lima en este invierno,
Tan gris como la nostalgia, tan pesada como la tarde,
Densa, húmeda, invernal, fría al fin.

Y me acordé de ti y no pude seguir caminando,
entré al bar Munich, en un sótano,
frente a una estación de Bomberos,
fui a buscar una cerveza para apagar el fuego,
la pasión que me consume.

Entré, tras bajar unas quince gradas,
después de sortear una entrada en forma de barril,
me senté a la mesa vieja, frente al piano,
y escuché a lo lejos tu risa imaginaria.

Estabas y no estabas. Permanecía tu risa cantarina,
juguetona, divertida, estabas en mi mente.

Una cerveza le dije al mesero y éste solícito la trajo,
de un sorbo bajé medio vaso,
quería de esa forma borrar esos besos,
esa pasión que me quema,
ese amor que me atormenta.

Y una más, y otra, y otra, mientras el piano despertaba,
sonaba sus teclas, empezaba a morder la noche,
la nostalgia, a consumir los llantos apagados,
a odiar los amores idos y a dejarse acariciar,
lenta, muy lentamente, por el pianista ocasional.

Hoy he caminado por las calles de Lima, triste y solo.

Pensé en ti, supe que te arrojaste a otros brazos,
otros placeres, mientras a mí me consume el celo,
la vergüenza de no haberte querido apropiadamente,
de haberte arrojado a la jauría,
y  de haber permitido tu partida.

Por eso he consumido cervezas,
sólo por eso, para apagar tus besos,
olvidar cuánto me quisiste,
cuánto me odiaste,
y cómo robaste esos besos placenteros.

Hoy he caminado por las calles de Lima, solo y triste,
con el verso bajo el brazo, la nostalgia a cuesta,
la pluma en ristre.

Y sabes por qué?
Porque quiero apagar, aquí en el Munich,
frente a los Bomberos,
ese fuego que me quema,
ese amor que me mata,
ese celo que me agobia.

Por eso he entrado a ese bar subterráneo de Lima,
para sentir cómo me devora,
cómo lloro en solitario, en tanto el piano hace lo suyo.