CRÍTICA DE LA RAZÓN BIOLÓGICA
La vida con sus crías
a veces tiene cara de nodriza,
otras
de loba hambrienta,
otras
de vieja con demencia senil
olvidadiza de sí misma
y de sus crías.
La vida con sus crías
otras veces
tiene cara de espejo:
nada y todo.
Tiene cara también
de estar soñando
un sueño más profundo que un agujero negro.
La vida con sus crías
a veces se disfraza
de luna
o de cordero,
de víscera caliente,
o de desasosiego.
La vida con sus crías
es un cuerpo de baile
moviéndose
sin importarle
a qué compás,
pues baila con el canto y con el grito.
Desama por igual
al niño y a la oruga.
La vida con sus crías
corre despavorida,
pulsación toda ella
de sangre de gacela.
La vida cazadora,
toda tigre y acecho,
ágil salto
preciso,
elegante y mortal.
Dentellada certera.
La vida lamedora
de crías y de heridas,
caliente, alimenticia,
toda fruto.
La vida, toda crías,
tiene cara de enigma,
de material misterio,
la más carnal pregunta
sobre el amor y el miedo.
La vida con sus crías sigue,
hace,
destruye,
engendra
y sigue todavía.
Que la vida es muy suya,
no pierde el tiempo con la trascendencia,
no es ni mía ni tuya,
y es experta en la ciencia
de matar a su paso la inocencia.
Beatriz Villacañas