ELEGÍA A EMMETT TILL
El cuerpo mutilado de Emmetr Till, catorce afios,
de Chicago, Illinois, fue extraldo del río Tallahatchie,
cetca de Greenwood, el 11 de agosto, tres días después
de haber sido raptado de la casa de su tío, por
un grupo de blancos armados de fusiles...
The Crisis, New York, octubre de 7955
En Norteamérica,
la Rosa de los Vientos
tiene el pétalo sur rojo de sangre.
El Mississippi pasa
¡oh viejo río hermano de los negros!,
con las venas abiertas en el agua,
el Mississippi cuando pasa.
Suspira su ancho pecho
y en su guitarra bárbara,
el Mississippi cuando pasa
llora con duras lágrimas.
El Mississippi pasa
y mira el Mississippi cuando pasa
árboles silenciosos
de donde cuelgan gritos ya maduros,
el Mississippi cuando pasa,
y mira el Mississippi cuando pasa
cruces de fuego amenazante,
el Mississippi cuando pasa,
y hombres de miedo y alarido
el Mississippi cuando pasa,
y la nocturna hoguera
a cuya luz caníbal
danzan los hombres blancos,
y la nocturna hoguera
con un eterno negro ardiendo,
un negro sujetándose
envuelto en humo el vientre desprendido,
los intestinos húmedos,
el perseguido sexo,
allá en el Sur alcohólico,
allá en el Sur de afrenta y látigo,
el Mississippi cuando pasa.
Ahora ¡oh Mississippi,
oh viejo río hermano de los negros!,
ahora un niño frágil,
pequeña flor de tus riberas,
no raíz todavía de tus árboles,
no tronco de tus bosques,
no piedra de tu lecho,
no caimán de tus aguas:
un niño apenas,
un niño muerto, asesinado y solo,
negro.
Un niño con su trompo,
con sus amigos, con su barrio,
con su camisa de domingo,
con su billete para el cine,
con su pupitre y su pizarra,
con su pomo de tinta,
con su guante de béisbol,
con su programa de boxeo,
con su retrato de Lincoln,
con su bandera norteamericana,
negro.
Un niño negro asesinado y solo,
que una rosa de amor
arrojó al paso de una niña blanca.
¡Oh viejo Mississippi,
oh rey, oh río de profundo manto!,
detén aquí tu procesión de espumas,
tu azul carroza de tracción oceánica:
mira este cuerpo leve,
ángel adolescente que llevaba
no bien cerradas todavía
las cicatrices en los hombros
donde tuvo las alas;
mira este rostro de perfil ausente,
deshecho a piedra y piedra,
a plomo y piedra,
a insulto y piedra;
mira este abierto pecho,
la sangre antigua ya de duro coágulo.
Ven y en la noche iluminada
por una luna de catástrofe,
la lenta noche de los negros
con sus fosforescencias subterráneas,
ven y en la noche iluminada,
dime tú, Mississippi,
si podrás contemplar con ojos de agua ciega
y brazos de titán indiferente,
este luto, este crimen,
este mínimo muerto sin venganza,
este cadáver colosal y puro:
ven y en la noche iluminada,
tú, cargado de puños y de pájaros,
de sueños y metales,
ven y en la noche iluminada,
oh viejo río hermano de los negros,
ven y en la noche iluminada,
ven y en la noche iluminada,
dime tú, Mississippi...
Nicolás Guillén