TERCERA SERIE: CARAMBAS TALLUDAS
CARAMBA TALLUDA NÚM. 2
Os conjuro.
con todas las potencias, sin clemencia,.
a resolver el lazo que aprieta la cintura
sin ganancias para el Estado
ni parálisis genital.
Os conjuro
a revivir a lo largo del muro
—cabra de nuevo— la
monotonía suave e incolora
que os ata a la vida
y os inculca terror a los sepulcros.
Para resistir a mis potencias
no bastará cerrar las comisuras del sueño
ni taponar con embarazos
las grietas de las cavidades musicales.
Tendréis que recurrir a los instrumentos,
a los aparatos de aparatos,
a las manivelas de manipular
que venden allí en el lindero
ni alto ni torcido,
ni rubio ni gordo,
siempre a la divina mitad del espacio,
donde la boca pide palo
y el palo desaparece.
Os conjuro
porque sé de la sed de los millones
y sé de la sed de los trillones
y de la esclavitud de las estrellas
tan efímeras como los esclavos
y tan irrevocablemente dispuestas.
Si pensáis en la dulce lactancia
que recorre la espiral de la confianza
recibiréis la bendición del conjuro,
y todas las puertas cerradas con hierro
serán de roja neblina pasadera.
No dibujéis más círculos
si es la raya el destino;
encabritada la mente sobre el lis
dejadla,
que los alfileres quieren almohadas
y el pez es el eterno perforador de la mar.
Os conjuro por eso de mil modos
y repetiré de mil formas mi cinta,
porque delante de los ciegos
hay que tañer la guitarra sordo-muda,
hechura del alma,
hija del astro,
feto de la simulación.
No diréis jamás que callaron mis dientes.
Yo morderé donde los elementos,
donde se hincan los pájaros ideales
y se resuelven las íntimas burbujas de la vida.
No callaré; seré charlatán,
apóstol, sacamuelas, sermonero, conferenciante
y machacador de esos que rizan
y rizan y rizan
para ti, para aquel, para nadie,
para todos y para el Santísimo.
Hay una moral por excavar
y la varita del vidente
os marca la hora y la conveniencia.
Id sin carátula, o con ella,
pero depositad la vergüenza
en la linde que se despierta.
Os conjuro a subir sin pies
por la escala sin escalones,
y bajar sin control
la cuesta de la servidumbre mortal.
Hay donde no sospecháis
una estepa, toda calentura,
con madrigueras enterradas
y pausas de viento y de sombra
para los asmáticos.
Hay un tren para los eróticos
y una piedra para los que jamás
supieron de la gravedad.
No rondéis,
no piséis en vano.
Vuestra suerte no está en la mano
sino en el ciprés y en el caos
y en el hipo que levantan los años.
La realidad es prostituta.
Sólo vive quien se dilata,
se proyecta, se multiplica,
se simula y se embarca
en la nave que vuelve y se aleja
con mueca de virgen y de vieja alcahueta.
José Moreno Villa