LA BOFETADA DEL OBISPO
Debelado, prisionero,
el Maestre Carbajal
entre infame soldadesca
inmutable y mudo va.
Ora alzando la alabarda,
ora blandiendo el puñal,
amenazas e improperios
lanza la chusma procaz.
Mas todo sufre el Maestre
con socarrona humildad,
que ni despliega los labios
ni altera en nada la faz.
—«¡Plaza al Obispo del Cuzco!
¡Plaza al varón ejemplar!
plaza!», gritan, y, obedientes,
los soldados plaza dan.
Más que corriendo, volando,
como alada tempestad,
un jinete se adelanta
en un oscuro alazán;
En alto agita la diestra
y un feroz sopapo da
en la arrugada mejilla
del anciano Carbajal,
Quien murmura inmóvil: —«Gracias,
padre cura, que, en verdad,
ser dos veces confirmado
no pensaba yo jamás».
Manuel González Prada