LA GRAN FAMILIA
(Polirritmo sin rima)
Indiferente al vuelo de las horas,
bajo la rústica techumbre
de umbelas y corimbos,
Entre el susurro de las frondas y las aguas,
quiero en los dulces brazos de la madre Tierra,
soñar el sueño de la vida.
Dejadme, oh necios importunos,
la dicha de pensar a solas,
El inefable gozo de vivir conmigo
en la fecunda soledad de mi alma.
¿Vivir a solas?
Hay en el árbol ojos que nos miran,
hay en la piedra labios que nos hablan;
Mas nosotros los hombres -siempre sordos, siempre ciegos
no vemos las miradas cariñosas de esos ojos,
no oímos los acentos fraternales de esos labios,
Y ¡cuánto ser de sublimada esencia
y de intangible forma
nos busca, nos sigue y nos llama!
En el estático silencio de la noche
creo sentir el animado soplo
de seres invisibles.
En nuestra fútil ignorancia,
a maldecir quizá nos atrevemos
el criminal silencio de los astros.
¡Mudos los astros! Sus cambiantes luces
palabras son del sideral idioma.
¡Cuánto no dice al hombre
la luminosa pulsación de las estrellas!
Todos comprenden, todos hablan,
cósmico lenguaje de amor y simpatía.
Quién sabe si al vibrar un átomo de Sirio
Palpita el corazón enorme de la Tierra
¿Qué las distancias?
Las cosas se unen a las cosas,
los seres se confunden con los seres,
por misteriosa, universal telepatía
cuando de súbito me asalta
Inmotivada pena,
inexprimible angustia,
¡Quizá si en un oscuro planeta ignorado
Un pobre ser agonizante lanza fúnebre gemido,
y ese gemido repercute en mi alma!
Espíritu y materia,
inútiles vocablos,
humanas y mezquinas distinciones:
una la esencia y uno el Universo.
Sólo hay un ser de innumerables formas,
de solidarios órganos difusos;
hay una sola, universal familia.
¡Fraternidad grandiosa!
Hermanos son los brutos y los hombres,
las rocas y las plantas,
las nubes y los ríos, los collados y las selvas,
el sol del firmamento y el gusano del sepulcro.
Manuel González Prada