ORACIÓN PARA CLAMAR POR LOS OPRIMIDOS
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LA INÚTIL SOLEDAD
¿Hacia qué soledad te encaminas,
¡oh! paria, ¡oh! traficante de las desilusiones,
con tu sombra a la espalda
como en un río de violetas?
¿Hacia qué tierra huyes,
con tu carta de nubes
y tu único vestido de fiesta?
¿Para qué soñar otra soledad más lejana y más honda
que esa mustia, callada, de tu cuarto sin libros,
sin estatuas, sin pájaros?
Soledad de naufragio
o soledad de muerte golpeándose la frente
con guijarros de olvido.
¿Hacia qué soledad te encaminas?
¿Hacia qué isla verde
y en qué mar
de qué mundo
podrás vivir sin cantos, sin palabras, sin odios,
como si te enterrases en un sueño de opio?
¿En que foso de montaña o llanura,
en qué grieta de la tierra o del aire
quieres hundir tu lágrima, tu bostezo y tu miedo?
¡Oh! solitario que andas sin brújula en la mano
y al evadirte sientes un frío de metales
y un surtidor de sangre negra en la garganta.
Hazte a la metafísica de tus mejores años.
A la luz de la copa donde bebiste el zumo
de la primera estrella. A la uva y la rosa
de la edad en que el cielo te dio su abril y el trigo
puso sobre tus manos su espiga más alegre.
Vuelve. Torna al estadio del mendigo y la fiera,
del sordo y del que habla con lengua de serpiente.
Al mundo tuyo, mío y de todos. Al mundo
de la uva y la rosa, de la espiga y la estrella.
Busca el aroma estoico de lejanas edades
cuando la sangre mártir era entre las venas
un río desbocado hacia los cielos.
Manuel Felipe Rugeles