MIGUEL HERNÁNDEZ
Tu vida tuvo el signo de la hoguera.
Soñador, camarada, combatiente,
fueron hierro tu sueño y tu quimera
sobre la fragua roja de tu frente.
Recogías la espiga en primavera
cuando a tiempo regabas la simiente.
Labrador de tu propia sementera
quisiste serlo honrada y libremente.
Pero llegó la sangre sobre España.
Y fue tu corazón lo que hemos visto,
cercenado de luz y de guadaña:
girasol encendido sobre un canto
de amor al hombre, al olvidado Cristo,
que en la arena y el mar vierte su llanto.
Manuel Felipe Rugeles