ODA A LA GLORIA
Yo entonces era niño
Cuando entre nubes bellas
Bajar te vi del cielo
Con ímpetu veloz;
Vi tu mano de púrpura,
Tu corona de estrellas,
Y resonó en mi oído
Tu inolvidable voz.
Y aquella imagen vivida
Llevose mi sosiego:
Salir tú me ordenaste
De mi tranquilo hogar;
De las tribulaciones
Templar mi alma en el fuego,
Y ver los yertos montes,
La soledad del mar.
Y a cantar me obligaste
Con levantado aliento,
Y en premio me ofreciste
Tu divinal favor.
Hoy a buscarme vuelves
Yo conozco ese acento,
Y sé de tus miradas
El mágico fulgor.
¡Salve, visión gloriosa
De mis sueños de oro!
Yo tu vuelta he esperado
Con férvida inquietud:
¡Hoy te miro presente
Y de hinojos te adoro,
Radiante de belleza,
De pompa y juventud!
Óyeme: yo he perdido
De mi vivir la calma,
Sumiso a tus mandatos,
Al juramento fiel,
Atesorando siempre
Los ecos de mi alma,
Con ambicioso anhelo
De tu mejor laurel.
Yo he subido a las cumbres
Más altas de la tierra;
Hervir bajo mis plantas
La tempestad sentí;
Rugiendo hallé en los mares
A la sangrienta Guerra,
Y con ella altercando
Mi voz tronaba allí.
Y yo escalé las nubes
Con ala llameante,
Y visité sin brújula
La vacua inmensidad;
Crucé desiertos soles,
Y absorto, vacilante,
Pareme en el espacio
Y vi la Eternidad.
¡Oh, cumple tus promesas:
Alza mi nombre al cielo,
Lleva los cantos míos
Al último confín,
Y dales, incansable
En tu radioso vuelo,
La heroica resonancia
De tu inmortal clarín!
Miguel Antonio Caro