HORA XXXV
EL OLVIDO
—¡Te acuerdas de los días
En que a este país bello
Llegaste vez primera
Complaciente y risueño!
¿Te acuerdas de las danzas
Y los festivos juegos,
Las grutas, los columpios,
Las luchas y los premios?
¿Te acuerdas que solías
Suspiros dar, Aurelio,
Y a veces pensativo?
—No, Cintia, no me acuerdo.
Mira: aquellos instantes
Pasaron ya en el tiempo,
También en mi memoria,
Merced de un ángel bueno.
Roguele los borrase,
Apartar no pudiendo
La flor de las espinas
Ni la miel del veneno.
¡Oh, cuántas, cuántas veces
Memorias y recelos
Anublaron mis días,
Inquietaron mis sueños!
Oyome, y me condujo
A un raudal, tan sereno,
Que Fuente del olvido
Le llaman los viajeros.
Allí todos los árboles,
Allí todos los ecos,
Aves, aguas y brisas
Repiten: «No me acuerdo».
Allí por vez postrera
La flor de mis recuerdos
Me hirió con sus espinas;
Yo llorando la beso,
Y a las aguas la arrojo;
Las aguas la cubrieron.
—¡Aurelio! ¡Y no te acuerdas!
—¡Ah! ¡Cintia! No me acuerdo.
Miguel Antonio Caro