EL ALMA PRISIONERA
En el sabroso abrigo
De repuesta colina, do me espera
De tarde sin testigo
Fresca y amiga sombra; do parlera
Fontana baja con veloz carrera;
Por el sueño vencido
Quedeme acaso, al fellecer del día:
Sonó luego en mi oído
Mística voz, celeste melodía:
Era un ángel de luz que me decía:
«¿Qué ciego desatino
Así te roba a la región serena,
Que olvidado, sin tino,
La planta mueves en morada ajena
A do pérfido lazo te encadena?
»¿Qué luz, qué bien ofrece
Morada donde a vueltas de ventura
El infortunio crece;
Do el placer muere en el dolor que dura;
Morada de expiación, remota, obscura?
»¡Despierta, aviva, al cielo
Toma! de aquesos engañosos prados
Álzate; y pasa a vuelo
Negros bosques, altísimos nevados,
Y los mares sonoros y argentados!
»¡Y esfuerza el vuelo, y deja
La nube atrás! Ni cures si perdido
A tus ojos se aleja,
En el espacio inmenso sumergido,
Este planeta en soledad y olvido...»
Interrumpió la luna,
Alzada tras la andina cordillera,
Mi sueño y mi fortuna:
Y vi conmigo mi alma prisionera,
Del solitario arroyo en la ribera.
Miguel Antonio Caro