UN RECADO PARA EL CHE
Los mendigos de América
saben que tu mirada mata microbios.
Los indios que no saben que tu piel tiene precio
te tocan y se llenan de distancias.
Sin embargo,
todas las ratas de América
todavía
se alimentan de tu cadáver,
devoran todavía
todo lo que al notario se le ocurrió que eras tú...
Pero aún
los roedores no están satisfechos,
quieren seguir comiéndote otras cosas...
Ellos saben que el muerto les costó plata sucia...
Pero buscan al Che por todas partes.
Te buscan en el niño que se muere de hambre.
Te buscan en el asno que se escapa con Cristo.
En la letrina donde evacuas leyes..
En el lavabo donde nunca hay jueces.
En el sepulcro vivo de una llaga por donde
sale huyendo la muerte de la vida.
Te buscan en el tábano que entre los pantalones
despierta a cada instante al millonario,
al que no te perdona que en tu sonrisa tengas
preparado un poquito de polvo raticida.
En cambio, los estudiantes,
en su oficio feroz de lavanderos,
son tan puros,
que se roban tu saliva
para lavar con ella cosas raras, por ejemplo:
testículos.
Mas, como tú bien lo sabes,
estamos llenos de velocidades,
y no sé si en el año treinta mil
te necesitaremos como ahora.
Pero por las dudas,
tú sigues con la escoba de tus barbas barriendo,
tú sabes que hay ladrones sin horario,
gusanos que en el queso hacen su nicho,
ruiseñores con sueldo que defecan el canto,
y una pesada atmósfera de ojos
que atraviesan paredes y amenazan el censo.
Sin embargo, son tercos, te buscan, insisten,
te buscan
hasta en la pantalla donde te prohibieron
para que no compliques el rostro de esta América
donde la geografía
se cuida como el cutis femenino,
y en donde
una pequeña protuberancia
perturba a las hormigas y queman pantalones.
Ya ves, inevitable Che,
por algo fracasaste
como carpintero de tu ataúd.
Manuel del Cabral