NO SABEN SER ETERNOS
Estos viejos mendigos de su propio bolsillo,
con su fortuna llena de difuntos,
no conocen
su más oculto huésped...
Lo vigilan sin tregua cuando nunca fue tiempo;
lo guardan en el fondo de una llaga contenta;
lo tienen siempre náufrago en gotitas de párpado;
lo disfrazan de pobre para buscar al hombre;
le juegan en un dado su eternidad de juez.
Estos no vigilados, lujosos pordioseros,
no saben desnudarse con la mano ocupada,
se sacan de su smoking peligrosa la selva,
pero todos los ruidos de este siglo
se juntan
en sus viejos testículos donde mueren fortunas.
Manuel del Cabral