UNA SED
El animal venía de muy lejos
quizá no fatigado del desierto...
En la mitad de la plaza
había una agua harapienta, la caída
de un cielo roto, ya sucio,
era el único ojo de la tierra
que nunca dormía.
El animal llegó sediento hasta la orilla
de aquel ojo profundo y solitario,
se vio en el fondo la cara
y no quiso beber,
volvió asustado al desierto,
volvió temblando.
¿De qué era la sed?
Manuel del Cabral