HUÉSPED DE LA SALIVA
Madre saliva, beso derretido.
Mi jugo pensativo de la fruta sagrada.
Agua de los idiomas, sudor de la palabra.
En ti que hay la estatura primera de la vida
y te mueve un molusco de blandura temible.
Espuma transitoria pero siempre presente,
allí donde es fecundo el ocio de la lengua,
en el preciso instante cuando yo te pregunto
si está en tu paraíso resbaloso la tierra.
Te gastan las comadres en pequeños detalles,
tú que a veces te pones en tu más alto oficio,
allí donde el ilustre caer de tu llovizna
es polvo sacudido del libro de los labios.
Mas yo te vi de pronto salir como una piedra
y caer en lo puro de la cara humillada.
Madre saliva: un día, escupieron la cara
de Dios, y, desde entonces, la tierra no está quieta.
Desde entonces hay alguien que mueve las entrañas
del viento y de las aguas;
porque hace tiempo, oh tierra, que el mar sube saliva;
¡la de todos los náufragos que escupieron a Dios!
Manuel del Cabral