LA VIDA DEL HOMBRE.
POEMA PEDESTRE JOCOSERIO.
LA JUVENTUD
Ya el canijo adolescente
Es fuerte y gallardo joven
Y el tenue disperso bozo
Es ya cerdoso bigote;
Ya en su total incremento
Ostenta fueros de roble
La débil rama y, en fin,
Ya nuestro hombre es todo un hombre.
¡Grata edad de los placeres
Y las dulces ilusiones
Y los hechos generosos
Y los pensamientos nobles!...
Pero yo que en mi poema
(Si puedo dar este nombre
A perdularios romances
Que no ha dictado Caliope)
Las miserias masculinas
Cantando con tres bemoles
Siego punzantes abrojos
Donde otros rebuscan flores,
Dejo al dichoso optimista
Narrar, Juventud, tus goces,
Y voy a exponer la serie
De tus desdichas enormes.
Presa de insanos deseos
Y de indómitas pasiones,
El Mundo, el Diablo y la Carne
Llevan tu vida a remolque.
Ambición te inspira el Mundo
Con que al Este, al Sur, al Norte
Sobre mal seguro leño
Surcas el ponto salobre;
O de las cándidas musas
Fervoroso sacerdote
Pides al genio las alas
Que hasta el cielo te remonten;
O la vara de Esculapio
(Otros dirían azote)
O la balanza de Temis,
la lanza de Mavorte.
Y el mar te traga en su abismo,
O cuando llegas al borde
Del puerto ansiado te abrazas...
¡Con el tifus icterodes!
Y si las musas te brindan
Con la copa de sus dones,
O la enturbia la ignorancia
O la envidia la corrompe.
Médico, pasas la vida
Oliendo y tocando horrores.
¿Curas? No te pagan. ¿Matas?
Te abruman a maldiciones.
Letrado, aunque docto seas,
Te quedas a buenas noches
Si bendicen tu justicia
Los huérfanos y los pobres.
Soldado, piensas medrar
Con asaltos y mandobles
Y sufriendo hambres y fríos
Por los valles y los montes;
Y mientras coges allí,
Amén de heridas y golpes,
Laureles que te escabechen
Y reumas que te joroben,
Te usurparán los cobardes
Grados, empleos y honores
Patrioteando en la plaza
O serpeando en la Corte.
Del diablo ¿qué te diré,
Si apenas sus tentaciones
Conjuraron eremitas
San Antón y san Onofre?
¡La carne!... Este es el mayor
Enemigo de los jóvenes,
Porque entre rosas y mirtos
Como víbora se esconde.
«¡La MUJER! Obra maestra
Del cielo, y gala del orbe,
Regalo de los sentidos
Y prez de los corazones,
Nuestra áncora en las borrascas,
Nuestro alivio en los dolores...»
¡Bravo, amigo! ¡Deliciosa
Letanía! Ora pro nobis.
Mas la especie en general,
Aunque hay muchas excepciones,
Da más penas que placeres,
Más maulas tiene que dotes.
Si entre doncellas y viudas
Tu dulce tormento escoges;
(Que perseguir a mujeres
Casadas no está en el orden)
O del suplicio de Tántalo
Sufres las ansias atroces
Cuando parientes y escrúpulos
Son de su jardín dragones;
O si temes que Himeneo
Dos veces tu sien corone
Para que ella no te venda
Es forzoso que la compres.
¡Aun sin el yugo nupcial,
Con el cual no estás conforme,
Habrá quien te ame de gorra
Si otras taimadas la ponen;
Y no expondrás cada día,
Porque no habrá quien la ronde,
Tu corazón a amarguras,
Tu cabeza a coscorrones;
Y sobre ser a tu amor
Leal, cariñosa y dócil,
Alguna habrá que te pague
El teatro, el sastre, el coche;
Pero será vieja o fea,
Si no es graduada in utroque,
Y en tal caso, con tu pan
Te lo comas, ¡si eso comes!
Si huyendo, en fin, de solteras
A las casadas te acoges,
Por no estrellarte en Caribdis
Quizá en Escila te ahogues;
Que si te pilla entre puertas
El ofendido consorte
Podrá medida de frac
Tomarte con un garrote.
Rara contingencia es esta
En los tiempos que ahora corren;
Que para un toro bravío
Hay cabestros diez o doce;
Pero, cabestros y todo,
Te causan mil sinsabores
Antes que de prisa engullas
Lo que de su mesa sobre;
Y si cansar no temiera
A quien lea estos borrones,
O escandalizar a alguno
De los de ¡oh témpora, oh mores!,
Me atrevería a probar
Con argumentos ad hóminem
Que los maridos no son
Los verdaderos cabrones.
Manuel Bretón de los Herreros