ODIO A LA SUJECIÓN
¡Ea, no quiero, tía!
¡El diantre de la rueca!
¿Siempre he de estar hilando?
¡No es mala impertinencia!
Dejadme que me ponga
La saya de franela
Que hogaño el tío Bartolo
Me trajo de la feria.
Dejadme al aire libre
Triscar por la pradera;
Que de chupar estopa
Me voy quedando seca.
Dejadme que tañendo
Mi linda pandereta
Cabe el arroyo cante
La jacarilla nueva.
Si no es que los donceles
Por adularme mientan,
En gracia y en donaire
No hay una que me venza.
Ayer me dijo Tirso:
«¡Lástima de mozuela
Perdida en los tizones
De rancia chimenea!»
Y dice bien. Quince años
Cumplí por la cuaresma.
Bullendo está mi sangre;
Saltando de las venas.
¿Teméis que me requiebren
Los mozos de la aldea?
Dejadlos. No hay peligro
Que en público me pierda.
Peor será que alguno,
Si amor me desespera,
A media noche salte
Las tapias de la huerta.
Que a las niñas... (anoche
Lo dijo la tendera)
Inútil es guardarlas
Si no se guardan ellas.
Hilando, no hay remedio,
Voy a caer enferma.
Dejadme de mis años
Gozar la primavera.
Cuando al invierno llegue...
Como vos; cuando vea
Arrugas en mi cara,
Canas en mi cabeza;
Entonces, sin cuidarme
De amor ni panderetas,
Lo juro, de las manos
No soltaré la rueca.
Manuel Bretón de los Herreros