A LOS AMANTES DE DORILA
Amantes de Dorila,
Pastorcillos cuitados,
Que en sus dolosas redes
Os consumís incautos,
De moscatel sabroso
Henchido zaque os guardo.
Venid, lo agotaremos;
Venid. —¡Tiene diez años!
¡Ea, empinad! —¿Anfriso,
No más? ¡Mezquino trago!
¡Oh cómo se conoce
Que estás enamorado!
Bebe, Tirso, y el zaque
Corra de mano en mano.
¡Viva! —Escuchad ahora
Felices desengaños.
Cada cual de vosotros
Tan débil como vano
Se llama de Dorila
Zagal privilegiado.
¡Quizá no sin disculpa,
Que a todos, oh descaro!
La universal pastora
Pruebas de amor ha dado.
A ti dijes y flores;
¡Y cuánto te costaron!
Si sus dones repito
Te quedas sin rebaño.
A ti dulces miradas;
A ti la muelle mano,
A ti, pobre Fileno,
La risa de su labio;
A ti, menos experto
Y así más engañado,
Alguna estéril cita
Y algún besillo blando.
¿Miento yo por ventura?
Todos calláis. —Bebamos.
Cuando el zaque se apure
Vuelve Niso a llenarlo.
Si ya no estáis beodos,
Ahora decidme: ¿acaso
Puede amar a ninguno
Quien acaricia a tantos?
¿Y cuál es el amante
Tan necio, tan menguado
Que parte de una bella
Con otros los halagos?
¡Eh! abandonadla todos,
Y mozos tan bizarros
De una mujer voltaria
No sean el escarnio.
Laura, Melisa, Flora,
Cien hay en estos campos
Que en gracia la superan,
Y en virtud y en encantos.
Dejadla, pues rehúye
De amor el dulce dardo,
Y sólo inciensa el ara
Del orgullo insensato.
Dejadla, y consumirse
De envidia la veamos,
Cual efímera rosa
Que descolora el Austro.
Dejadla; que algún día,
Quizá no muy lejano,
Llorará desolada
Sus mal perdidos años.
Manuel Bretón de los Herreros