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EL PIE DE LOLA

A mi amiga la Excma. Señora Doña Dolores Perignat de Pacheco

  Lolita la de ojos negros
Sobre nacarada tez,
Tan modesta como linda,
Tan donosa como fiel;
  Hermosa andaluza, que eres
La gala de aquel edén
Y, sin ser Rabicortona,
El asombro de Jerez,
  Hanme dicho que en París,
Corte del trono francés,
No has encontrado, Lolita,
Zapato para tu pie.
  ¿Qué mucho, si es tan pulido
Que Amor se deleita en él
Y tan breve que al moverse
El más lince no le ve?
  ¡Dios te perdone el tormento
Que sufrió... tú sabes quién
Cuando vio tu pie en la mano
De un zapatero soez!
  Pero antes de consentir
Tal sacrilegio ¿por qué
No consideraste, Lola,
Que tu clima no era aquel?
  Ya se ve, tú pedirías
Zapatos para mujer,
Y los debiste pedir
Para niña de ocho a diez;
  Que pasan allí por bellos
Pies de a tercia, y puede ser
Que no asusten los que midan
Cinco dedos más o seis;
  Y diz que al tarso condenan
Para que parezca bien
A ser descarnado y seco
Cual tablero de ajedrez.
  De gustos nada hay escrito,
Dice el refrán, bien lo sé;
Y no ha de tirar guijarros
A su tejado el francés;
  Y en cada tierra hay su estilo.
Por eso en Babel-Mandeb
Agrada el rostro atezado
Que suda gotas de pez.
  Pero árido zancarrón
Con sólo huesos y piel
¿Quién lo puede celebrar
Hablando de buena fe?
  O le es fuerza confesarme
Que lo admira contra ley,
O serán de pie de banco
Las razones que me dé;
  Y si hay quien tribute versos
A tales pies, ese quién
Hará en vez de un madrigal
Un epigrama cruel.
  ¡No así Fidias  memorable
Los esculpiera, ni fue
Tan chata  la inspiración
De Murillo  y Rafael!;
  Que pie druida, es enemigo
De la pasión, del placer,
Y el instinto de lo bello
Fue guía de su pincel.
  ¿Qué talle hicieran garboso
Las patas que allí se ven?
Es imposible... ¿Y la pierna?...
Jesús, María y José!
  Alma de cántaro abriga
Quien no sabe comprender
De un túrgido pie menudo
La elocuente morbidez.
  ¡Oh cuánto suelen decir
Artero amor a través
Del tabinete y la galga,
Y la media de patén!
  Pero un pie de estado llano,
Que no altera su nivel,
Si no es cola de abadejo
Es cecina de Avilés.
  Por eso cuando en España,
Que es país de honra y de prez,
«A los pies de usted, señora».
Exclama noble doncel,
  Quizá se declara amante
Con achaque de cortés,
Y llamárase dichoso
Si le dijeran amén;
  Que un pie lacónico y blando,
¡Vaya! es lo que hay que comer,
Lolita, y gracia de Dios
Poner los labios en él;
  Pero en la orilla del Sena
Sería absurda sandez
El decir a una madama:
«Señora, a los pies de usted».

autógrafo

Manuel Bretón de los Herreros


Romances XVIII

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