SONETO
El ritmo pitagórico de las constelaciones
desciende a mí en la escala temblorosa del viento.
El cabezal de piedra se ablanda a mi ardimiento
y me hunde en un círculo de encantadas visiones.
Honda caja de músicas inefables, de sones
misteriosos, el orbe vierte en mí su concento
como parte de un todo, de mi fiel pensamiento
florecer el milagro de mil y una canciones.
Al fondo erige un ángel antorcha indeficiente.
Cada sol me da, rútilo, su parábola ardiente
para ascender al centro radiante del arcano.
Después no oigo ni veo... Incendiado en sí mismo,
mi ser es una estrella mecida por la mano
de Dios, sobre la sima profunda del abismo.
Mario Carvajal