Llenos de lágrimas tristes
tiene Belardo los ojos,
porque le muestra Belisa
graves los suyos hermosos.
Celos mortales han sido
la causa injusta de todo,
y porque lo aprenda dice
con lágrimas y sollozos:
El cielo me condene a eterno lloro,
si no aborrezco a Filis y te adoro.
Mal haya el fingido amado,
lisonjero y mentiroso,
que juzgó mi voluntad
por la voz del vulgo loco;
y a mí, necio, que dejé
por el viejo lodo el oro,
y por lo que es propio mío
lo que siempre fue de todos.
El cielo me condene a eterno lloro,
si no aborrezco a Filis y te adoro.
Mis enemigos me venzan
en pleitos más peligrosos,
y mi amigo más querido
me levante testimonio;
jure falso contra mí,
y el juez más riguroso
de mis enemigos sea
del lado parcial devoto.
El cielo me condene a eterno lloro,
si no aborrezco a Filis y te adoro,
Y jamás del claro Tajo
vuelva a ver la orilla y soto,
ni a ver enramar sus vides
por los brazos de los olmos;
enviuden las tortolillas
viendo que gozas a otro;
jamás tenga paz contigo
y siempre guerra con todos.
El cielo me condene a eterno lloro,
si no aborrezco a Filis y te adoro.
Cubra el cielo castellano
los más encumbrados sotos,
porque el ganado no pazca
y muerto lo coma el lobo.
Llévese el viento mi choza,
el agua falte a mis pozos,
el fuego abrase mi parva,
la tierra me trague solo.
El cielo me condene a eterno lloro,
si no aborrezco a Filis y te adoro.
Lope Félix de Vega y Carpio