VI. DE LA ROSA PRUDENTE
A su espinoso mundo sometida,
vive y muere la rosa colorada:
su pura soledad, ¡qué bien guardada!,
su bandera de amor, ¡qué defendida!
Guerra, pero entre dardos florecida;
cielo, mas al arrimo de la espada,
si hasta la rosa llega tu mirada,
no se le atreve al fin tu mano herida.
Miel indefensa, corazón desnudo
que a todo viento, si es de amor, te inclinas,
falto a la vez del arma y del escudo,
¡busca ya la milicia cuidadosa!
Y que, mortificado en tus espinas,
te valga la prudencia de la rosa.
Leopoldo Marechal