GAYA CIENCIA
Dijo la dama al poeta:
—Habéis cantado tan bien
al ruiseñor amoroso,
que con dulce placidez,
en vuestros versos oía
sus propias perlas caer.
—Señora, dijo el poeta,
ruiseñor fui yo una vez.
—Habéis celebrado al lirio
con tan noble sencillez
y comprendido su gracia
con un acierto tan fiel,
que en vuestros versos parece
duplicarse su esbeltez.
—Señora, dijo el poeta,
yo he sido lirio también.
—La pompa de los palacios,
la gallardía y la prez
de monarcas y princesas
dar con tal brillo sabéis,
que en vuestros versos el oro
parece resplandecer.
El poeta le repuso:
—Señora, yo he sido rey.
—Dolores que habéis cantado,
sin padecerlos tal vez,
tan hondo el alma me hirieron,
que sin comprender por qué,
bajo el peso de la angustia
me sentí palidecer.
—Señora, dijo el poeta.
yo fui aquella palidez.
Que el secreto de las cosas
y de las almas lo sé,
y las canto por sabidas
sin saberlas a la vez.
Pues para que bien cantase,
mi hada madrina al nacer,
del gozo y pena de todos
me hizo la dura merced.
—Entonces, dijo la dama,
decirme, acaso, podréis,
si es verdad que de amor mueren
los que bien saben querer.
Así el triste ha respondido,
quebrados acento y tez:
—A qué preguntáis, señora,
lo que a la vista tenéis...
Leopoldo Lugones