LA MONJITA
Para que nada sus vuelos estreche,
Busca, a la siesta, una rama bien sola,
Y cae de ella con sesga cabriola
Cual si volcara una copa de leche.
Como escribiendo en el aire, revuela;
Mas, pronto en su sitio posada,
Plegando el ala, de negro bordeada,
Sobre de luto le pone a su esquela.
Trémulo pasa un zumbido de insecto.
La avecilla parece más pura
Con la quietud. Su perfecta blancura
Cobija un silencio perfecto.
Se ahonda en pálido abismo la calma.
Y al remoto misterio del campo,
La avecilla, revela con su ampo
La blanca y muda presencia de un alma.
Leopoldo Lugones