PAISAJES
III
ALBA
Hasta que en el Oriente palideció el lucero,
Y celebró la alondra con su himno matinal,
La magia del rocío que hace del mundo entero
Un lúcido prodigio de bruma y de cristal.
Y pareció que el cielo subía de la tierra
Como una vaporosa luz, que en vago temblor,
Entornó con la calma de un ala que se cierra,
Grandes puertas azules sobre su propio albor.
Y por aquel remoto portal entró la estrellla,
Lacia su crencha rubia, largo su velo al pie.
Y cual sucede al paso de una clara doncella,
Un suspiro fragante su leve ausencia fue.
Leopoldo Lugones