MAÑANA DORADA
Praderas que florecen subiendo a la montaña
Que ya a las más vecinas transfunde su alma azul
Claridad de las nieves que al fresco mundo baña,
Alzando de los valles el cielo como un tul.
De las postreras sombras la tierra se redime.
Los cristalinos aires crispa el frío viril,
Que trae con el beso de la nieve sublime,
El matinal ladrido del perro del redil.
Parece que al contacto de la nevada cumbre,
Sus cenizas azules fuera dejando el sol,
Al verter como un noble metal licuado en lumbre,
Sobre campos y montes su entraña de crisol.
En vívido lingote la tierra se condensa;
Con lento flujo de oro dilátase la mies;
Y sobre una dorada quietud de agua suspensa,
Lloran oro los sauces, y hay más oro después.
Remoto son de cántico levanta el horizonte;
Esfuérzase en el alma la buena voluntad;
Y en olorosa ráfaga sale el viento del monte,
Cual de un sólido pecho la generosidad.
Leopoldo Lugones