EL OJO DE AGUA
La tarde, en su inmensa masiega,
Se humedece sombría y opaca.
Borbolla la rana labriega,
Y huele a boñiga de vaca.
Su poca agua que nunca se agota,
Es tranquila como una doncella.
En su transparencia remota
Se alcanza a mirar una estrella.
A la idílica paz que dilata
Un tañido de dulces cencerros,
Escúrrese en hebra de plata
Suavemente lamida de berros.
Leopoldo Lugones