LA VEJEZ DE ANACREONTE
A Ponciano Vivanco
La tarde coronábale de rosas.
Sus dulces versos, en divino coro,
Se iban flotando como polen de oro
Sobre las alas de invisibles mariposas.
Componían los mimos suaves glosas,
Mujía blandamente el mar sonoro,
Como si fuera un descornado toro
Uncido a la cuadriga de las diosas.
Y más rosas llovieron; y la frente
Del poeta inclinose dulcemente,
Y un calor juvenil flotó en sus venas.
Sintió llenos de flores los cabellos,
Las temblorosas manos hundió en ellos...
Y en vez de rosas encontró azucenas.
Leopoldo Lugones