EL OTOÑO
1
No le nombramos nunca.
No hace falta nombrarle
cuando avanza el otoño:
sus grandes nubes bajas,
sus cielos y horizontes
húmedos, en tardanza
labradora, los plátanos
cobrizos de las calles,
los charcos en el suelo
y las mal trajeadas
mujeres del tranvía.
No hace falta nombrarle.
Aunque el campo esté lejos,
sus grandes nubes bajas
nos traen los paisajes
anchos, vividos, nuestros,
nuestra diaria vereda
de aislamiento amoroso.
Rocas de musgo y alba
junto al crecido arroyo.
Encinares quebrándose
mansamente hacia el río.
Los negrillos. Los finos
dibujos de los surcos.
La tapia y los frutales
del huerto, donde flota
matinal en la niebla
la oración de las monjas.
Los trenes y sus largos
silbidos.
No hace falta
nombrarle. Está en el mundo.
Luis Felipe Vivanco