SONETO
EL REY D. SEBASTIÁN
Cede al temor el luso fugitivo,
y el Rey cercado de enemiga gente,
desnuda ya la coronada frente,
resiste y lidia con esfuerzo altivo.
Los que le quieren prisionero y vivo
(aunque solo morir matando intente)
discordes en su cólera insolente,
sangre derraman por el gran cautivo.
Amor, que visto el mal partió derecho
con treinta lanzas de Gomeles bravos,
para estorbar el bélicoso trance:
«Qué importa», dijo (y le atraviesa el pecho)
«un hombre más al número de esclavos?
Muera... Toca añadir: siga el alcance».
Leandro Fernández de Moratín