EL HOMBRE-CIUDAD
Son ciudades antiguas estas gentes,
no habitantes antiguos, no vecinos del viejo barrio
sino ciudades: cada individuo, cada hombre y mujer, cada
sonámbulo transeúnte, una ciudad.
Sus cuerpos poseen edificios, calles, jardines, esquinas con farolas
y ríos con orillas de árboles oscuros.
A sus casas se accede por zaguanes,
por galerías, puentes, escaleras.
Regresan niños a sus plazas
y dúctiles muchachas amanecen en sus altos balcones.
En cada casa hay un pequeño reino
y un grupo subversivo que destroza
la débil monarquía.
De su golpe de estado aparecen repúblicas
y se yerguen patíbulos y ruinas
implantando sombrías dictaduras.
Progresa una ciudad en cada hombre.
Pasó Atenas y un hombre la lleva en su frente,
Roma fue una mujer de ojos hermosos,
alguien un día fue París, y escribo
a quien se confundió con Nueva York.
Conocí a quien Moscú llevó en su pecho
y al que se desvivió por Leningrado.
Pero hoy están cercadas las ciudades,
rodeadas de oscuros armamentos
y en sus hermosas dársenas acecha
el acero sombrío de los acorazados.
Leopoldo de Luis